Josefina Ganzarain Gómez

* 1938

  • “Pues muy sencillo, antes teníamos libertad para todo. Pues si queríamos salir a dar una vuelta, salir de noche, regresar a las horas sin tener que hacer ningunas cosas raras. Pero teníamos libertad absoluta, y a partir de yo me sentía vigilada, llegó un momento que os he dicho. Hasta me acostumbré a ser vigilada porque yo no hacía nada en contra de la revolución. Me limité ese tiempo a estar con el embarazo. Nació mi hija, pero lo primordial era Vicente en La Cabaña, yo le escribía todos los días un telegrama que llegara o no llegara. Y tengo otra anécdota, lo tenía que dictar por teléfono. Y recuerdo que una señora que se llamaba María Luisa, que desde el primer telegrama que yo le dictaba por teléfono a ella, siempre me daba una palabra de aliento y de apoyo. Y entonces ya yo llamaba a telefónica, bueno, a donde se mandaban los telegramas y siempre preguntaba por María Luisa, y ya María Luisa era mi amiga a través del hilo telefónico. Y quién les dice a vosotros que el día que nació mi hija Anabel, esa señora se enteró que yo estaba en la clínica sin yo conocerla, nunca la había visto. Se presentó en la clínica con un jersey que había tejido para mi hija como regalo y ahí fue donde yo la conocí. Y eso para mí ha sido un regalo y una demostración de cariño y de apoyo tremendo, que antes, antes de la revolución, pues a mí en el seno que yo viví, que crecí, pues más o menos teníamos todo muy fácil. Pero esto ahora, en ese momento lo mío era lograr las cosas a base de cariño, a base de entrega a base de apoyo, pero me sentí dentro de todo, me sentía satisfecha.

  • “Bueno, en principio Vicente estaba en La Cabaña, en la Galera 8, y era una visita cada viernes… No, cada viernes no, cada 15 días. Pero Vicente se enteró de que, si barría el comedor con otros presos voluntariamente, él tenía acceso u opción a tener otra visita más, lo que significaba que yo cada viernes cogía mi lanchita en Muelle de Luz, me bajaba en Casablanca, subía a aquella ladera pegada a la Bahía de La Habana y llegaba a donde estaba Vicente y lo veía todos los viernes. Todo este tiempo estuvo en La Cabaña, no lo habían encausado, lo encausaron, me prometió un abogado que, para mí, bueno, ese sí es el mal recuerdo de esa de esa época, me dijo que no lo iban a encausar, lo encausaron. Llegó el momento, ‘no te preocupes que no le van a hacer juicio’, y el 3 de noviembre de 1961 el abogado me dijo: ‘Yo soy el que voy a defender a tu marido en el juicio’. Y el 10 de noviembre, que yo asistí ya casi para dar a luz, porque di a luz al poco tiempo, Vicente llega al lugar donde estaba el juicio y ve que no había ningún abogado. No asistió para defender a Vicente. Entonces Vicente me hizo una seña y me dijo como diciendo ‘no te preocupes, que yo me sé defender’ y se defendió él solo. Él solito se defendió, no tuvo abogado defensor y a los pocos días, esto fue el 3 de noviembre, y el 8 de noviembre, que cumplíamos dos años de casados, le dieron la condena. En el juicio, el fiscal le pidió 15 años, y el 8 de noviembre se la redujeron a 3 años. Entonces siguió en La Cabaña, pero el 18 de noviembre de 1961 lo trasladaron en cordillera, como decían, a Isla de Pinos. Entonces ya la cosa cambió. Ya La Cabaña no existía para mí en la vida diaria, pero tenía que entonces pensar cómo yo llegar a ver a Vicente en Isla de Pinos. Y el 18 de noviembre me llegó que había estado trasladado. Llamé al Ministerio de Gobernación, que creo que era el que el que me correspondía llamar, porque yo di a luz el 13 de diciembre, y les llamé para pedirles un favor, que si me podían dar una visita especial para que Vicente conociera a la niña, y me dijeron que no. Que esperara a que me tocara la visita oficial. Y la visita oficial me tocó el 28 de abril de 1962. Por lo tanto, Vicente conoció a Anabel con cuatro meses de nacida.”

  • “La vida diaria era difícil, pero siempre se buscaba el recurso. Nunca nos faltó un plato de comida, no como antes, porque antes teníamos todo lo que deseábamos. Nos tuvimos que limitar a la libreta de abastecimiento, pero eso para mí no era tan importante como tener enfrente de mi casa el Comité de Defensa de la Revolución que me vigilaba día y noche. Entonces eso para mí, yo al principio lo llevé muy mal. Pero después dije, no queda otra opción que decir aquí estoy, yo tengo que seguir mi vida y aunque me estén vigilando todo el día, pues a veces no hacerles mucho caso. De todas maneras, mermaron mis relaciones con otra familia, con otros amigos, muchos de ellos también al saber que Vicente estaba preso, pues dejaron de venir a casa por temor a que a lo mejor si visitaban mucho nuestra casa, podía ser que no sé, pero la familia, que para nosotros era lo más importante, estuvieron ahí al pie nuestro, dándonos apoyos, y para mí eso era muy importante, muy importante. Tengo muchos recuerdos buenos de esa época, a pesar de a pesar de todo.”

  • “Sí, sí, pero que también habían hecho un inventario por Vicente, fíjate tú duplicidad de inventario para ver si yo en ese ínterin o había vendido algo, porque también había la particularidad de cosas que hubieras quitado, las tenías que reponer. Una anécdota que a mí me llamó muchísimo la atención: el día antes de salir de Cuba tuve que ir con mi aparato de teléfono a la compañía de teléfonos a entregar el aparato de teléfono. Entonces me hicieron el me hicieron otra vez el reinventario para ver si lo tenía todo en orden. Todo estaba en orden, entonces el día anterior también del de la salida de Cuba, tuve que ir ya con el equipaje al aeropuerto, a la requisa que nos hacían a todos los que viajábamos al día siguiente, pero ya ese equipaje ya no regresaba conmigo, lo tenían allí hacia el otro día. Otra cosa: cuando Vicente empezó a trabajar, yo estaba cuando Vicente llegó a España. Lo primero que hizo fue un poder para si me salía la salida y me llegaba la salida, que yo tuviera un poder de él que podía sacar las niñas también de Cuba. Entonces era esto para poder salirla por Anabel, Cecilia y un tercero posible que nazca porque en María Eugenia no había nacido. ¿Qué pasa? Que nace María Eugenia, y ese ese poder no me sirvió para nada porque el posible tercero que nazca tenía que tener nombre. Y entonces Vicente me tuvo que volver a hacer otro poder extensivo, Anabel (Ana Isabel), Cecilia y María Eugenia. Y ese tercer posible que nazca ya nació y se llama María Eugenia. Y cuando yo entregué mi equipaje en el aeropuerto, y el poder ‘aquí lo tienen’ y lo leyeron efectivamente, entonces vale, bueno, pues eso fue el día 30, fue todo esto. El 31 el vuelo salía sobre las 11:00 horas o las 12 del día. Por ahí yo tuve que estar en el aeropuerto con las tres niñas como las tres de la madrugada. Llegó el momento ya que pensábamos que ya. No me mandaron por Iberia, me mandaron por Cubana de Aviación, que el vuelo de Iberia era 8 horas y el de Cubana de Aviación fueron 17 horas, y cuando ya casi ya íbamos a salir de aquello que le llamaban la pecera porque era todo de cristal, viene un miliciano o un militar, ya ni me acuerdo bien: ‘A los que nombre a este lado y a los que no nombre al otro lado’. Entonces me nombran, Anabel y a Cecilia y yo que Marigé no tenía derecho a porque era 14 meses, no tenía derecho a asiento. Yo tuve que pagar por Marigé, creo que un octavo del pasaje o algo de esto, pero a Anabel y Cecilia las dejaban en tierra porque había una Delegación del Gobierno que iban a Praga, a Checoslovaquia, vía España, y necesitaban asientos libres. Pero lo hicieron así al albedrío, al libre albedrío, Anabel iba a cumplir 7 años y Cecilia iba a cumplir 3 años. Me la dejaban en tierra porque había que dar asientos a los de la delegación cubana. Entonces yo ahí me puse muy nerviosa, yo nunca en todo este proceso, nunca perdí la paz porque yo estaba segura de lo que yo quería de hacer en el en mi vida. Y como estaba, con apoyo y muchas cosas que debo agradecer a Dios, sobre todo, yo ahí sí es verdad que dije: no, si mis hijas no viajan, yo tampoco viajo. Entonces un señor de Iberia que estaba allí, que era amigo nuestro, me dijo: ‘Cálmate, cálmate, que esto puede tener un posible arreglo’. Digo yo me quedo, yo renuncio a otro más de la delegación, pero yo no dejo a mis hijas por detrás y al final. Un matrimonio que yo conocía también que iba, que iban a viajar en el vuelo conmigo, los dejaron en tierra a ellos y entonces hubo asientos para Anabel y para Cecilia. Dieciocho horas de vuelo, yo no sé, no sé cuántas fueron. Y así llegué a Madrid y lo primero que le dije a mi marido, tenía a Marigé en brazos y lo primero que le dije, aquí tienes a tu hija. Y bueno, la conoció, es que no la conocía.”

  • Celé nahrávky
  • 1

    Madrid, 19.07.2025

    (audio)
    délka: 35:43
    nahrávka pořízena v rámci projektu Memoria de la Nación Cubana / Memory of the Cuban Nation
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Mi esposo Vicente, que ya falleció, seguro que está en el cielo diciendo ‘misión cumplida’.

Josefina Ganzarain Gómez, 2025
Josefina Ganzarain Gómez, 2025
zdroj: archiv pamětníka

Josefina Ganzarain Gómez, hija de emigrantes españoles, Marcelino Ganzarain y Macrina Gómez, nació el 17 de junio de 1938 en La Habana, Cuba. Creció en un hogar profundamente cristiano, donde los valores de solidaridad y ayuda al prójimo marcaron su vida desde pequeña. Disfrutó de una juventud alegre y llena de esperanza. En noviembre de 1959, poco después del triunfo de la Revolución Cubana, contrajo matrimonio con Vicente Gutiérrez. Pese a las advertencias de amigos sobre el rumbo político de Cuba durante la luna de miel, la pareja regresó al país por el fuerte lazo familiar que aún los unía a la isla. Durante los primeros años del régimen castrista, y coincidiendo con la invasión de Bahía de Cochinos, Vicente fue encarcelado condenado como preso político a tres años de prisión, periodo durante el cual nació su primera hija. En 1966, ante las presiones del régimen para integrarse al Partido Comunista, Vicente se vio forzado al exilio en España dejando atrás a Josefina y a sus tres hijas. Diecinueve meses después, en 1968, pudieron reencontrarse en Barcelona. Desde entonces reside en España, donde junto a su esposo crearon una familia de cinco hijos. A sus 87 años, mantiene el deseo profundo de regresar a una Cuba libre y sueña con presenciar ese momento histórico. Su esposo, Vicente, falleció en 2020, sin haber vuelto nunca a la isla. La entrevista con Josefina Ganzarain fue realizada dentro del marco del subproyecto Memoria de Nuestros Vecinos Cubanos.